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Edificios que enferman

Por Débora Frid



Los departamentos y oficinas más modernos, herméticos y mal ventilados, los materiales con que están construidos y amoblados, y las actividades que allí se desarrollan pueden contaminar el ambiente interior y afectar la salud de sus ocupantes. Qué medidas se deben tomar para evitar este mal contemporáneo.

Se lo conoce como el "síndrome del edificio enfermo", aunque quien se enferma no es justamente la vivienda sino quienes la habitan. Paradójicamente, son los edificios más modernos los que pueden originar este conjunto de síntomas muy antiguos que van desde jaquecas, náuseas, mareos, tos y estornudos, irritación de las vías respiratorias, piel y ojos, hasta cambios de carácter, irritabilidad y dificultad para concentrarse. Si se trata de oficinas, esto se traduce en un menor rendimiento laboral.

Reconocer los síntomas y tomar medidas preventivas, tanto en la etapa de construcción como de remodelación, puede contribuir a controlar este problema ambiental que, según informes científicos de la Organización Mundial de la Salud -OMS-, afecta en diferente intensidad al 30 por ciento de los edificios nuevos y reciclados en el mundo. Además, se estima que entre el 10 y el 30 por ciento de sus ocupantes sufren efectos sobre la salud relacionados con la calidad del aire interior.

Edificios de la década de 1970

El síndrome del edificio enfermo fue descripto por primera vez a partir de un hecho curioso, ocurrido en 1976, en el hotel Bellevue Stratford de Filadelfia, Estados Unidos, donde se desarrollaba la Convención Anual de los Legionarios. Inesperadamente, muchos de ellos empezaron a sentir mareos y dolores de cabeza que, en algunos casos, tuvieron un final fatal. Después de algunos meses de investigaciones se llegó a determinar que estos hombres, que pudieron sobrevivir a numerosas guerras, fueron vencidos por una bacteria que había logrado llegar a la sala de reuniones a través del aire acondicionado. Se la bautizó con el nombre genérico de "Legionella", debido a la índole de los asistentes a la reunión.

Actualmente se sabe que esta bacteria vive en ambientes húmedos y se desarrolla preferentemente a una temperatura de entre 20 y 45 grados centígrados. Se la puede encontrar en los tanques de almacenamiento de agua donde puede permanecer inactiva hasta que la temperatura sea la propicia. Se estima que si se realiza un cultivo del agua de cualquier edificio existe una probabilidad del 50 por ciento de encontrar a la Legionella en las torres de refrigeración y en los humidificadores.

No es casualidad que el síndrome del edificio enfermo se halla comenzado a detectar en la década de 1970 ya que fue en esa época cuando, luego de atravesar la crisis del petróleo, se produjo un cambio en el concepto de la construcción. Con el objetivo de ahorrar energía y espacio se cambiaron los parámetros arquitectónicos y comenzaron a edificarse oficinas con techos bajos, reducidas, cerradas herméticamente por puertas y ventanas para aprovechar el aire acondicionado y la calefacción.

Causas y consecuencias

El hermetismo con que se construyen los edificios, con paredes y ventanas selladas, es el principal peligro de las construcciones modernas. La mala ventilación impide que los contaminantes interiores se mantengan a niveles bajos, y esto ocasiona problemas de salud.

El humo del tabaco, el polvo, los materiales usados en las obras de construcción o remodelación -como los plásticos, cemento de contacto, aglomerado, alfombras-, la presencia de aparatos electrónicos y la acumulación del dióxido de carbono emanado de la respiración de los ocupantes, son algunos de los factores que colaboran con la mala calidad del aire del interior.

Entre los agentes más conocidos y peligrosos se halla el formaldehído, un compuesto orgánico volátil que puede ser emitido por ciertos materiales como, por ejemplo, el aglomerado, y que provoca irritaciones en la vista, mareos, dificultades respiratorias y hasta ceguera.

Otro contaminante habitual es el humo del tabaco, que puede afectar la salud no sólo de quienes lo consumen sino también de los fumadores pasivos, aumentando el riesgo de enfermedades coronarias y, posiblemente, de cáncer.

También existen contaminantes exteriores que ingresan al edificio, como el radón, un gas radiactivo que proviene naturalmente de las rocas de la corteza terrestre. Aunque siempre existió el radón, en las construcciones más viejas y abiertas podía entrar y salir por ventanas y puertas, mientras que en los edificios herméticos se acumula y puede causar alteraciones en la sangre y en la médula ósea.

Existe además otro gas que puede ingresar y acumularse en los edificios, se trata del monóxido de carbono proveniente de la calle y del garage. La exposición prolongada al monóxido de carbono afecta el sistema nervioso y provoca desde dolores de cabeza y náuseas hasta estados de coma.

Otro de los inconvenientes de las construcciones herméticas es la ventilación a través de aire acondicionado, especialmente cuando el sistema es central y no se limpia periódicamente. En ese caso los conductos interiores pueden acumular desde pájaros muertos y ratones, hasta bacterias de todo tipo. La cercanía de los trabajadores a las bocas de salida del aire puede convertirse en una inyección de bacterias, como es el caso de la Legionella, que puede causar desde una infección respiratoria hasta la muerte. Además, ciertas condiciones de temperatura, ventilación y humedad en los edificios favorecen el desarrollo de diferentes colonias de hongos que pueden desencadenar reacciones alérgicas y asma.

Todos estos factores, asociados a una fuerte presión laboral, se pueden combinar para dar el conjunto de síntomas que la OMS bautizó, a partir de 1982, con el nombre de "síndrome del edificio enfermo".

Cómo evitarlo

Una buena calidad del ambiente interior requiere un aire libre de olores y polvo, que sea bien ventilado y que posea una temperatura y humedad adecuadas. Para lograr esto se necesita que las fuentes principales de contaminación sean controladas, y se debe promover una organización más ergonómica y distendida del trabajo. Se debe contemplar un buen diseño del edificio para asegurar una buena ventilación que permita el intercambio de aire fresco, y la renovación y mantenimiento de los sistemas de climatización.

En la Comunidad Europea existen leyes desde hace años para prevenir las enfermedades originadas por el ambiente del interior de los edificios. Por ejemplo, un organismo internacional se encarga de establecer los valores límites de contaminantes que puede albergar un ambiente. Además, se toman medidas como la instalación obligatoria de extractores de aire en los pisos inferiores de aquellos edificios que tengan estacionamientos subterráneos, para evitar la acumulación del monóxido de carbono. También se lleva a cabo la prohibición de fumar en el interior de la oficina o se destina un lugar para los fumadores.

En cualquier caso una buena medida a implementar es la consulta a especialistas en higiene industrial e ingeniería de ventilación que pueden resolver los problemas de calidad del aire interior

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